CRECE LA TORMENTA Y SE ABRE ...."EL VÒRTICE"
- Prensa Movimiento Octubres
- 13 jun 2017
- 10 Min. de lectura
Crece la tormenta. Y se abre… EL VORTICE: En Argentina se abrió un vórtice político hacia un futuro impredecible, como todo futuro, pero parecido al 2001. No conocemos el final, lógicamente. No sabemos si habrá estallido. Pero asistimos a una degradación de las instituciones y el Estado. Este remolino social y político se presenta como una ventana con un túnel hacia el futuro. La vicepresidenta Michetti dijo que veía una luz en el túnel para el segundo semestre de 2016, utilizando esta idea de que el túnel que une el futuro con el presente es un cuerpo quieto, predecible. En su túnel no hay dinámica, ni fuerzas en movimiento. Ella veía, en el túnel, una luz de mejoras económicas. La veía como "el momento en el cual aparece la luz en el túnel allá lejos, pero seguís en el túnel" –o sea, no te arrasa como en un remolino-, aunque consideraba que, en ese período "no sentiríamos un alivio o una reactivación en la vida familiar”. Michetti estaba en lo cierto al considerar que el proceso macrista estaba en aquel momento –y ahora- en un túnel. Y que era una especie de tubo o caño hacia adelante, que la eximía de ser precisa con el futuro. Simplemente había que tener fe en un mañana feliz y no tener que analizar las fuerzas sociales y políticas en disputa en la sociedad, con sus contradicciones y la presión en crecimiento de una política económica que expulsa hacia fuera de la sociedad a millones de argentinos. La fuerza inercial de la tormenta actual, es la dinámica de la lucha social entre sectores enfrentados que generaron el torbellino. Y que Michetti quiso que viéramos estático, pero que se expresa con fuertes movimientos, cada vez más violentos, como son la marginación social, el hambre, el cierre de fábricas, las movilizaciones, las huelgas, los piquetes, la inseguridad y la violencia social, entre otros fenómenos turbulentos que espiralan una tambaleante tromba que puede arrasar con mucho de lo conocido y transformar las condiciones de la representación política y la estabilidad institucional. Si en democracia no se resuelven los problemas del pueblo, e inclusive (en este período macrista) se profundizan, el cuerpo zigzagueante del tornado social abrirá su boca hacia el plano del tiempo actual –dijimos que se abrió una ventana- y transformará lo conocido, arrojándolo hacia el otro plano del futuro. De acuerdo a la dirección que tome la tormenta, será la salida de la crisis. Y de acuerdo a la fuerza del tornado, habrá mayor o menor distancia, con lo conocido, de la cosa arrojada al otro plano. Hay un vórtice universal. El mundo tiene grandes problemas. Los bloques económicos se realinean. Los ingleses votaron salir de la Comunidad Económica Europea. Los norteamericanos votaron un Presidente que amagó con estrechar vínculos con Rusia y luego golpeó bombardeando Siria, con lo cual dejó a Rusia y puso al mundo en la situación actual de guerra nuclear potencial con Corea, lo cual fuerza a China a debatir con Estados Unidos nuevas condiciones para el intercambio de productos. Los chinos, antiguamente comunistas, ahora piden libre comercio y los yanquis se hicieron “proteccionistas”. La economía mundial no crece y nadie pone un peso en inversiones en países como el nuestro. Macri no tiene amigos que la traigan. Era todo un verso, igual que las armas químicas en Irak y ahora en Siria. Inventos yanquis para voltear gobiernos populares (y destruir Estados), aquí y allá. La Guerra de Cuarta Generación es esa forma de ocupación de territorio donde las armas se combinan con los medios de comunicación y la movilización de fuerzas sociales a partir de la mentira, o, como en tiempos macristas, de la “posverdad”. El Presidente norteamericano Trump critica al sector financiero global y local. Dice querer recuperar la industria que hizo a EEUU potencia económica y militar. El Papa Francisco denuncia la guerra global y al sector financiero, a la vez que promueve una encíclica que critica la destrucción del medio ambiente por la superproducción industrial capitalista. En el mundo hay crisis del capitalismo hegemónico, como acá. De lo que podemos estar seguros, es que habrá crisis en Argentina. Muchos síntomas ya se sienten. El endeudamiento externo va camino de estrangular la economía, actualmente en recesión, y traerá a mediano plazo problemas de pago a los acreedores, quienes prestarán cada vez menos a un país que no puede pagar sus deudas por estar estancado. La bicicleta financiera y la especulación en Lebac para atraer ahorristas, y financiarizar la economía reorientando capital productivo a la ganancia fácil, con el supuesto objetivo de bajar la inflación, deja a expensas de una corrida financiera a toda la economía. La receta principal del macrismo para bajar la inflación, no es otra que congelar la economía. ¡Es como recetar que maten al enfermo para que le baje la fiebre! El estancamiento económico trae cierre de fábricas y desocupación; menor recaudación y crisis del Estado para afrontar gastos corrientes. Todo es un círculo tormentoso hacia una crisis que tiene una dialéctica singular. Nos referimos a las consecuencias del choque entre dos fuerzas antagónicas. De un lado, las políticas del gobierno de ricos empresarios que ajustan la economía y utilizan al Estado como botín para satisfacer sus apetencias de negocios. Del otro lado, las fuerzas de los distintos sectores sociales que empujan en sentido contrario, como movimientos de resistencia a la voluntad depredadora de las clases dominantes. Ese es el verdadero túnel: el choque de fuerzas gravitando entorno de una puja ascendente por la distribución de las riquezas, cuya aceleración está dada por el crecimiento de la injusticia social que determina desigualdades violentas. La distancia adonde nos arroje el futuro es una incógnita, inversa a la certeza de Michetti, que en su inanimado túnel veía un segundo semestre de crecimiento aplicando la receta clásica del ajuste salvaje. Inocente pronóstico, o cínica manipulación de la información. Está comprobado empíricamente que el ajuste no trae felicidad ni paz. La vorticidad es “la medida de la rotación local de un fluido”. No es necesario ponerse a estudiar mecánica de fluidos para establecer que el tornado que se está levantando en Argentina como columna en torno del eje de la disputa por el Estado y la distribución de las riquezas, se acelera. ¿Ya empezó? ¿Qué fuerza tendrá? ¿Se disipará enseguida? ¿Qué dirección tomará? ¿Qué (y a quiénes) arrastrará en su interior? ¿Qué parte del paisaje social y político sobrevivirá? Los movimientos en sentidos opuestos, entre las fuerzas del campo del pueblo y las de una cierta oligarquía (esencialmente especulativa y no industrial) con una parte del sector exportador agrícola, van tomando una fuerza inusitada. El ascenso de la espiral de violencia tuvo ya algunos episodios (represiones a actividades sindicales y organizaciones comunitarias) que van marcando tendencia, a la vez que sirven para ser analizados. El gobierno tantea. No tiene conducción unificada de la represión, y algunos propios se quejan de las consecuencias. Las elecciones serán aceleradores concretos de la fricción de campos que va levantando la tormenta. Si en la suma de provincias y resultados parciales del lunes siguiente a las primeras elecciones, las PASO, Macri pierde por bastantes votos (de manera que los análisis en la calle y de los periodistas digan claramente que perdió Cambiemos y que ya no tendrá fuerza inercial para seguir con el ajuste), fracasará la revolución liberal y empezará, seguramente, el tiempo de descuento. En el marco de una nueva relación de fuerzas y un nuevo estado de ánimo social. Se profundizará la crisis de hegemonía actual. Los parlamentarios y la oposición política no permitirán que el oficialismo siga con los ajustes y habrá que ponerse a pensar en una nueva transición política. Algunos grupos económicos podrían tratar de corregir el rumbo y, dentro de la hegemonía económica –que sí la hay-, tratar de ser parte de la nueva situación política. Que por cierto será compleja. A ese ritmo, el país va a quedar paralizado, con muchos pobres y con un aparato productivo destruido. Ese será un oportuno momento para debatir una Alianza Constituyente para una Argentina productiva e Inclusiva con Justicia Social, en Paz. El quiebre de sectores de la vieja oligarquía con las ideas autodestructivas del liberalismo –que abandonó temporalmente el discurso del libre cambio en un mundo en crisis, que no crece e intercambia como antes- podría completar el cuadro de alianzas con otros sectores no antagónicos como el empresariado nacional, los sectores medios y sobre todo, los trabajadores y los desocupados. Para eso hay que ganar las legislativas. Y para gobernar, luego, deberíamos tener una nueva Constitución que equilibre con la actual, que custodia en prioridad la propiedad privada. En el proyecto popular en construcción, aparece con fuerza la producción social. Al esfuerzo inconcluso por el desarrollo de la economía social del último gobierno, el movimiento popular a través de la CTEP incorporó la dimensión de que para una nueva y estable etapa de desarrollo hay que fortalecer la economía popular, que es un sector productivo enorme en la Argentina. El fortalecimiento de la Producción Social es una forma de empoderamiento de los trabajadores y obliga a mirar más allá de las coyunturas. Los productores familiares en rubros como alimentos, calzado, textil, construcción y otros, sumados a la venta ambulante, feriantes y mercados populares y rubros informales de la economía y subproductos del nuevo desarrollo en las comunicaciones, son un universo que ni las políticas públicas del último gobierno del Proyecto Nacional ni el movimiento obrero tradicional supieron dimensionar. Los medios de comunicación construyen el temario de cuestiones que debatimos los argentinos. Hay hegemonía de discurso por parte de las empresas de multimedios, que están integradas a otras empresas y bancos, nacionales y extranjeras. Las sucesivas crisis que generaron tormentas y trombas no arrasaron con este sector, ni tampoco lo hicieron las políticas públicas del último gobierno del FPV. Diversos sectores sociales tienen ahora una opinión crítica sobre la hegemonía de los medios en el plano ideológico y cultural, aunque no necesariamente respecto a lo económico y lo político. Y todos estos planos están conectados. Si ganara Macri, no caben dudas que la decisión inmediata será profundizar el ajuste. Y la represión sería totalmente manifiesta. Podrían incluso congelar ciertas libertades y garantías consagradas constitucionalmente, ante el cambio de estrategia de poder de los sectores populares, que podrían no ver como posible (en medio de una democracia restringida y vacía de posibilidades) expresarse en el marco de instituciones poco o nada efectivas para atender reclamos. Algunos de estos rasgos de desgaste de la democracia ya son notorios. Crece el pedido de que haya más represión de los ricos y grupos minoritarios todavía de sectores medios conservadores.
No aparece como posible, hoy, una tercera vía de desaceleración de las contradicciones entre los dos campos enfrentados. Para eso debería haber conducción en ambos campos. La oligarquía está fragmentada, aunque no dividida. Ningún grupo económico poderoso sacó los pies del plato con declaraciones ni acciones disonantes, pero desde el gobierno promueven políticas divergentes. Los exportadores y los importadores luchan por el tipo de cambio. Los industriales piden que se frenen las importaciones, pero los importadores quieren traer más productos desde afuera. Las empresas de energía quieren ganar más, a costa inclusive de otros grandes industriales, además del pueblo, por supuesto. ¿Cuánto tardarán en volver a quebrarse como en 2001, cuando, luego del estallido y la debacle del sistema financiero, los industriales que conducían la UIA se salieron de la financiarización y volvieron a producir en el marco de un gobierno peronista como el de Néstor Kirchner? En ese momento, este nuevo y emergente grupo de viejos industriales se enfrentaron a otro grupo, el de las “tarifadas” (empresarios beneficiados con las privatizaciones de los servicios públicos y con tarifas internacionales). Néstor, a éstos, los apretó para que reinvirtieran la que habían ganado durante todo el período menemista. Pero los otros no perdieron nunca, porque durante el período de la convertibilidad y la bicicleta financiera del menemismo, volcaron sus activos, sus bienes y ganancias en el sistema financiero que los cobijó. Ese vaciamiento y destrucción de la producción generó enormes masas de desocupados que se expresaron en puebladas. Fue levantando la tormenta. La tormenta trajo tornaditos, que luego fueron tornados: las puebladas. Y luego la explosión de la corrida financiera con el afano inclusive de los depósitos de los ahorristas. Los bancos se fueron y quebró el país. ¿Qué pasará con las Lebac? ¿Resistirá Argentina la corrida hacia el dólar de esos “ahorristas” cuando haya devaluación, luego de las elecciones? Si no hay devaluación, ¿que pasará con “el campo”?, ¿y con los industriales?. En el campo popular pasa lo mismo. Hay crisis de conducción. La CGT convocó a un paro luego de que algunos sectores activos le exigieran: “poné la fecha”. La izquierda, buscando protagonismo sectorial, no acató la orientación general de la protesta, y generó cortes de ruta que fueron reprimidos. El Movimiento Obrero tiene un débil triunvirato. El PJ nacional tiene esporádicas apariciones expresadas en un hombre de equilibrios como Gioja. Y el PJ bonaerense, que es acaudillado por Espinoza, todavía no logra reunir a todos en un mismo techo. La ex Presidenta Cristina Fernández de Kirchner, la “jefa” según el kirchnerismo más concentrado, ha dicho varias veces que quiere ser considerada “una militante”, “una compañera”. Tiene orientaciones para todos y la preferencia pública para “la fuerza propia”, entre “construcciones de nuevas mayorías” y “Frentes Ciudadanos” o críticas focalizadas en actores concretos de la política popular. El pueblo humilde la reconoce como su esperanza electoral. Para incidir en la dirección del proceso pareciera ser necesario contar con la capacidad de intervenir, oportunamente, en distintos momentos, sobre el curso de esa tromba en que se está convirtiendo la realidad política argentina. En Argentina hace 200 años que hay crisis de hegemonía, o sea, que ningún campo derrotó definitivamente al otro. Por eso vivimos de tormenta en tormenta. Ni la oligarquía se impuso a un pueblo vigoroso y luchador como el argentino, ni los argentinos supimos conformar una alianza estratégica, entre todos los sectores que componen la Nación, para fundar un país con industrias nacionales y un mercado interno fuerte, en el marco de una Patria Grande latinoamericana. Macri agotó rápidamente el consenso conquistado de achicamiento del Estado y apertura de la economía con pérdida de derechos. Tuvo una legitimidad transitoria que se está agotando. El antecedente inmediato de los gobiernos populares que construimos con Néstor y Cristina es un espejo que limita el avance reaccionario. Con un pueblo organizado y movilizado, es difícil llevar adelante la agenda del gobierno de los ricos. Ellos no pueden seguir avanzando sin acentuar la represión –que les traerá costos- y el pueblo movilizado, no consigue todavía unificar una conducción y un programa de gobierno. Los sindicatos y los movimientos sociales luchan y se movilizan. El abajo empuja, se mueve. Los sectores medios y empresarios critican la caída del consumo y los aumentos de tarifas y costos. ¿Empate? ¿Crisis? El resultado electoral definirá una nueva relación de fuerzas y, por ende, otra situación estratégica. En el campo del pueblo crece la idea de un frente nacional antineoliberal para ganar las elecciones. Los torpes vetos entre sectores enemistados por viejas contradicciones, probablemente sean superados por la sencilla verdad de que no hay futuro democrático ni popular luego de un triunfo macrista en las próximas elecciones. La unidad del peronismo es una enorme y sencilla necesidad. Cualquiera entiende el valor de la unidad en el marco también de un Frente Nacional. Esa es la única forma de entrar bien a la ventana del futuro del vórtice abierto, que, como tornado, amenaza arrasar todo lo conocido que se interponga o no interprete su dinámica. Las organizaciones populares, nacionales, democráticas, revolucionarias; los peronistas, debemos prepararnos para ponernos en el centro, junto a otros, y navegar en la fuerza brutal y vital de las contradicciones que se avecinan, para intervenir en la realidad. 21 de abril de 2017 (cerca de un nuevo aniversario de los 70 años de la firma de la Independencia Económica, el 9 de julio de 1947).
Gastón Harispe Sec Gral del Movimiento Octubres

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